La ciencia del Yoga
Tradicionalmente, el yoga se define como “el cese en las perturbaciones de la mente” pero, ¿qué hay de verdad detrás de todas las increíbles propiedades atribuidas a esta popular práctica de origen hindú?
En los últimos años, investigadores de todas partes del mundo han realizado estudios sobre la aplicación de esta antigua tradición de la India a la mejora de la salud, demostrando qué hay de cierto y qué no en sus supuestos beneficios.
El yoga es una disciplina muy rica que cuenta con numerosas variantes dentro de su práctica. La más popular y la más practicada en Occidente es el Hatha, una variedad de yoga más física que espiritual.
El yoga hatha se centra en tres pilares fundamentales que organizan la sesión. Los pranayamas o ejercicios de control de la respiración; los asanas o las posturas de yoga propiamente dichas, y los savasana, periodo de descanso que cierra la práctica del día.
Durante años hemos oído que la práctica habitual del yoga tiene numerosos beneficios para la salud y para el espíritu. Uno de ellos, el más importante a nivel espiritual, es la toma de conciencia del propio cuerpo.
La idea que subyace en la práctica habitual del yoga es retarse a uno mismo a mejorar pero sin llegar nunca al agotamiento físico. Es en ese punto donde se alcanza el deseado equilibrio, y la mente está abierta y en paz.
Estudios científicos han demostrado que los practicantes habituales de yoga están más satisfechos consigo mismos y son menos críticos con sus cuerpos que las personas que realizan otro tipo de ejercicio.
El yoga promueve una imagen positiva de uno mismo y fomenta el desarrollo de una autoestima sana, por ello ha sido incorporado como terapia complementaria en el tratamiento de desórdenes alimenticios.
La toma de conciencia de uno mismo también contribuye a mejorar los hábitos alimenticios a ser más conscientes del proceso de ingesta durante la comida. El sentimiento de ansiedad disminuye y como consecuencia se reduce el peso y mejora el estado físico general.
Los investigadores demostraron que las personas que practican yoga habitualmente durante un periodo aproximado de unos cuatro años ganaban menos peso durante la edad adulta, y que aquellos que tenían problemas de sobrepeso lo reducían. Sobre todo, el Índice de Masa Corporal (IMC) baja comparado con el de aquellos que no practicaban yoga.
Por lo que respecta a enfermedades físicas, el yoga demostró ser útil en el tratamiento de enfermedades crónicas de la parte baja de la espalda. Determinadas posturas de yoga adaptadas a la condición de estos pacientes resultó de ayuda para reducir el dolor y mejorar la movilidad.
También está demostrado que favorece la reducción de la hipertensión y que es beneficioso en tratamientos para la ansiedad y la depresión.
Durante un tiempo también se afirmó que el yoga era bueno para el asma, aunque estudios recientes han descartado esta idea.
Por lo que respecta a la relación del yoga y la artritis, al existir dos tipos de artritis diferentes, cada una con su propio cuadro de síntomas y particularidades, no podemos hablar de un beneficio general. La aplicación del yoga debería variar para cada una y de momento no hay resultados concluyentes.
Asimismo, aunque es un ejercicio de bajo impacto y seguro para la salud, las personas con presión arterial alta, glaucoma, ciática, e incluso las mujeres embarazadas deberían evitar algunas posturas concretas.
En caso de padecer alguna enfermedad o condición física o anímica concreta, es conveniente consultar con nuestro médico de cabecera antes de iniciarnos en la práctica del yoga, y sobre todo, practicarlo con la guía de un instructor bien formado y con experiencia.