¿En qué consiste el ayuno intermitente?
Alternar periodos de ayuno en la dieta es una práctica muy antigua con numerosos beneficios para el organismo. Sus partidarios la defienden a ultranza y no les faltan argumentos a su favor.
Esta técnica suelen emplearla los deportistas de élite que necesitan mantener una alta resistencia durante periodos prolongados de tiempo, como pueden ser los ciclistas. Así, se aseguran de que su organismo esté en forma y pueda superar pruebas en situaciones límite.
Diversos estudios afirman que el ayuno intermitente reduce la mortalidad, retrasa el envejecimiento, limita el crecimiento de las células cancerígenas, hace descansar el sistema inmunológico y mejora el sistema energético de la grasa. ¿Te atreves a darle una oportunidad?
La base del ayuno intermitente es fácil: radica en alternar periodos de restricción de alimentos y periodos de alimentación concretos y regulados.
Es una forma de alimentación que requiere una primera fase de adaptación por nuestra parte, por lo que conviene realizarla con la ayuda de un profesional experto que nos guíe durante el proceso.
El ayuno intermitente y no prolongado produce un ligero aumento del metabolismo. Una buena forma de iniciarse en esta práctica es retrasar poco a poco la hora del desayuno. Así, nuestro cuerpo se va acostumbrando progresivamente.
Las horas de descanso nocturno serán nuestro gran aliado para el éxito de nuestra empresa. Al fin y al cabo, dormimos de media 7 u 8 horas diarias, ¡eso ya supone más de la mitad del camino! Si cenamos dos horas antes de acostarnos y retrasamos el desayuno hasta dos horas después de estar despiertos habremos completado el primer ciclo de 12 horas casi sin esfuerzo.
Existen varias formas de realizar el ayuno intermitente según el número de horas que pasemos sin ingerir alimentos: el 16/8, el 24, el 48 y el 12/12, siendo este último el más fácil para iniciarse en esta práctica.
En el ayuno 16/8 estaríamos 16 horas sin comer y posteriormente tomaríamos todas las calorías necesarias en esas otras 8 horas en 2 únicas comidas. La forma más natural de incorporarlo a nuestro día a día sería cuadrar esas ocho horas entre las 10 de la mañana y las seis de la tarde, sobre todo si acabamos de empezar. En el modelo 12/12 la lógica sería la misma pero en periodos de 12 horas y en el 24 y el 48 alternaríamos un día o dos sin comer con un día o dos alimentándonos normalmente.
Debemos tener en cuenta que nuestro organismo está acostumbrado a consumir hidratos de carbono de forma estable durante el día, haciendo que exista una dependencia del sistema glucogénico. Es esta dependencia la que produce esa sensación de debilidad física cuando prescindimos del desayuno.
La función del ayuno intermitente no es, pues, perder peso sino limpiar el organismo. La idea es agrupar todas las calorías que necesitamos en el día en dos comidas distribuidas en dos momentos clave de nuestra jornada. Diversos estudios afirman que este sistema mejora la sensibilidad a la insulina, aumenta el metabolismo y promueve mejorar en el sistema energético lipolítico.
La eficacia del ayuno intermitente depende también de nuestro propio metabolismo. Personas con un metabolismo lento que deseen ganar músculo pueden encontrar en este sistema un método práctico de no tener que estar preocupándose todo el día de lo que comen y lo que no.
El éxito de este tipo de programas nutricionales depende mucho de nuestro punto de partida y nuestra capacidad de autocontrol. Para algunos, será una forma de optimizar los tiempos y la energía mientras que para otros será un suplicio pasar tantas horas con el estómago vacío y esa engañosa sensación de hambre será demasiado molesta como para continuar. En este caso, recuerda: los grandes cambios se conquistan poco a poco.